martes, 5 de febrero de 2008

88 para ser feliz

Ochenta y ocho, número absurdo. Lo único bueno que tiene es ese raro placer de pronunciar las “ch”, ese pegar la lengua con el paladar momentáneamente para luego pasar a la “o”, el asombro, la oscuridad, el oficio. Ese oficio de no saber sinceramente si en realidad preferimos el frío al calor pero el sol a la lluvia. Yo creo que me gusta la lluvia, pero es un gusto metafórico: cuando no tenía muchas ir para, cuando estoy en mi casa leyendo un libro de, cuando no hay grama cerca, cuando no me puedo mojar demasiado, cuando estaba pensado en y de pronto se vino el agua abajo. El resto de las veces suele molestarme, como ciertas calles y montones de basura que irremediablemente tengo que transitar. Y es un pasar como si nada, como sin tiempo, una especie de suspensión en cámara lenta. Luego el carro acelera y la música de la radio vuelve a sonar. Eso por lo menos tres veces a la semana, claro, como los que están dejando de fumar.
D.
Por eso a veces es mejor mandar todo al traste. Mira que huir de las calles no es algo precisamente común. Sobre todo porque si la evitas (a la calle) lo mismo vas a pensar en ella. Mejor cómprate un paraguas, rojo preferiblemente. Mejor deja de preocuparte por la lluvia y tantas calles y tómate conmigo una, dos, tres copas de vino. Tinto, por supuesto. Vámonos los dos al traste, allí donde se juntan el polvo y las cosas que pensamos que no sirven. Soñar no es gratis, como dicen por ahí. Soñar deja marcas oscuras como cuando el limón de las ostras se chorrea en un día soleado. No hay nada más triste que perder un sueño, al menos hoy. Así que no te escondas. La cuestión no es si sirve o no sirve. Es más bien que está nublado y quiero besarte.
D.
Recuerda que la libertad, esa fugitiva, depende en tanto y cuanto a nuestra manera de volar: mientras más alto más libre. Recuerda que somos del trópico y que entre tanta tontería y artículos de otro mundo nos gusta el calor. Que el frío nos aleja, nos pone tristes. Que es difícil volar cuando hace frío porque el viento corta y abre las heridas. Y que por eso hay que bailar (y con bailar quiero decir cualquier cosa). Mañana, no sabemos nada de mañana. Pero tampoco pienses que irse al traste es irse al traste literalmente, porque no lo es. Irse al traste (en este caso particular) es besar diferente, pero nunca dejar de besar. Comprar el paraguas (rojo mejor) y tomar vino. Lo que sigue, seguirá. Así como cuando uno se mira en la ventana mientras se baja del carro o cuando la noche aclara y hay que pedir la cuenta: 88 BsF, seis copas y un beso. Bueno, también un poco más feliz.

2 comentarios:

eusucre dijo...

Siempre nos dejas sin palabras deb! jeje!

Unknown dijo...

el cooooooooooooooooooooooooooooooñoooooooooooooooo no había leído esta maravilla! se te fue la mano coño, otra vez! Y otra vez voy a ahcer un post gracias alos tuyos, que siempre me resultan tan inspiradores! te amo