sábado, 24 de noviembre de 2007

Madre Mercedes, redentora de periodistas

A elemento Aline, por su eterna misericordia y sus largas disertaciones sobre el poder de la Madre Mercedes sobre las almas de los pecadores (periodistas).
A.


Mi salón de periodismo está lleno de condenas físicas y psicológicas: entregas los lunes, entregas los martes, entregas los miércoles, entregas los jueves, entregas los viernes. Así, como bien lo dicen los que saben del oficio o se relacionan con él, deben recurrirse semanalmente (y en cantidades industriales) a prácticas nada beneficiosas para el cuerpo: cigarrillo (hasta los que no fuman se echan un jaloncito), café, chucherías, alcochol, pocas horas de sueño y nada de ejercicio. Somos esclavos del periodismo. Sí, señor. Hablamos de él, soñamos con él, sobrevivimos con él. Pero (y esto es cierto siempre) no somos nadie sin él. Es nuestra religión.
A.
El elemento Aline Dos Reis, nuestra querida delagada de la rancia cúpula periodística, lo sabe. Y lo sabe muy bien. Porque ella, sólo ella, es el buzón de entrada de todas nuestras quejas diarias: "Aline, la profe no mandó las láminas, no podemos hacer el examen", "Es cierto, apoyo la moción", "Yo también la apoyo: NO al examen", "Me uno a protesta, si nos obligan sacaremos el art. 350".
A.
La pobre no tiene paz por nuestra culpa. Así, para salvarse de la locura, le entregó su alma a la Madre Mercedes. Y nostros, fieles seguidores de sus palabras y de sus actos, también lo hicimos. La Madre Mercedes es la redentora de los periodistas. La madre generosa que sosiega nuestras penas y nos llena de luz para seguir adelante. Para liberarnos de nuestras prácticas dañinas. E, incluso, para decir: "Que no, joder, que te digo que no: ¡NO A LA REFORMA!". Les dejo la oración de la Madre Mercedes para que sean libres de todo cautiverio político y llenen sus vidas de la luz de la libertad absoluta. Ésa sin la que el periodismo (también el ser humano) no es nada, ni nadie.
A.
“O welche Lust”, final del 1º acto de la Ópera “Fidelio”, de Beethoven)
A.
Cerremos los ojos y visualicemos la Presencia de la Madre Mercedes, que se presenta frente a nosotros, en este momento, con su traje blanco como la nieve y brillante como el sol; su mirada de penetrantes ojos de color violeta; su inmensa corona de la libertad, enjoyada con relucientes amatistas; y portando en su pecho la Cruz de Malta de la Libertad. En un fuerte y retumbante estallido, la Madre Mercedes ¡¡¡ROMPE!!! una cadena en pedazos con sus manos, y nos libera instantáneamente de las ataduras que nos hacen sufrir, para hacernos ver la luz. Todo nuestro ser se inunda de LUZ. La Madre Mercedes se sigue acercando hasta que se nos mete adentro, y da una vuelta, posicionándose como nuestro ser, asumiendo el control y dirección de nosotros, y convirtiéndonos en “Corrientes de Vida Libertadoras de los Cautivos”.
A.
Repitamos:
A.
¡Yo Soy libre de todo cautiverio!
¡Yo Soy libre de toda opresión y control!
¡Yo Soy libre de toda pobreza y limitación!
¡Yo Soy libre de todo trabajo esclavizante!
¡Yo Soy libre de todo materialismo!
¡Yo Soy libre de todas las posesiones!
¡Yo Soy libre de toda enfermedad!
¡Yo Soy libre de todo amor pasional!
¡Yo Soy libre de todo el que no me quiere!
¡Yo Soy libre de toda mentira!
¡Yo Soy libre de todo cautiverio religioso!
¡Yo Soy libre de todo cautiverio político!
¡Yo Soy libre de todo concepto!
¡Yo Soy libre del cigarrillo, el alcohol y las drogas!
A.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Tu primer amor mío

Tu boca.
Me gusta tu boca.
Tu boca, tu boca, tu boca.

martes, 13 de noviembre de 2007

domingo, 4 de noviembre de 2007

El sonido de la nostalgia crónica

El sonido de la nostalgia crónica
D.
La música hace y cuenta la historia, el periodismo también. La mejor crónica de una época puede ser una canción
D.
Seis días después de que John Lennon fuera asesinado por el fanático Mark Chapman, el 8 de octubre de 1980 en la puerta del edificio Dakota, en Nueva York, Gabriel García Márquez proclamó: "La única nostalgia común que uno tiene con sus hijos son las canciones de los Beatles. Cada quien por motivos distintos, desde luego, y con un dolor distinto, como ocurre siempre con la poesía".
D.
Las canciones de The Beatles cambiaron la forma no sólo de entender el mundo, sino de vivirlo. Nada ni nadie fueron los mismos después de su música. García Márquez relata que, desde que nació, el mundo siempre había sido igual hasta que el cuarteto británico empezó a cantar: "Los hombres se dejaron crecer el cabello y la barba, las mujeres aprendieron a desnudarse con naturalidad, cambió el modo de vestir y de amar, y se inició la liberación del sexo y otras drogas para soñar".
D.
Para soñar. Cada canción de The Beatles es un sueño, casi una utopía (we can work it out, take a sad song and make it better). También una nostalgia. Esa tristeza melancólica que, como define el Diccionario de la Real Academia Española, se origina por el recuerdo de una dicha perdida. Y recordar, como apunta el escritor uruguayo, Eduardo Galeano, en El libro de los abrazos, es "volver a pasar por el corazón".
D.
Su música, la música de ellos, siempre te obliga a mirar a atrás. Te cuenta tus historias otra vez. Tal cual una película: escena por escena, toma por toma, encuadre por encuadre. Te sacude, te somete, te doblega. Son canciones cargadas de tiempo, hinchadas de historia. Como una crónica.
D.
La crónica es una nostalgia. Es una canción de The Beatles, pues, como sentencia García Márquez, "la nostalgia siempre empieza por la música". Ambas son un camino de regreso: un volver. Para contar es preciso volver, de allí que siempre se vuelva al primer amor.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Poesía llorona

Me da miedo perder la memoria, mucho miedo. Casi tanto como envejecer. Por eso, desde pequeña, me aprendía de memoria mis poemas favoritos y los repetía en mi mente cada vez que podía. Y, la verdad, me ha servido de mucho. Hasta para mejorar mis notas escolares: cuando cursaba quinto año de bachillerato recité de principio a fin el monólogo de Segismundo en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, y me gané dos puntos extras en la materia. Fue fabuloso.
D.
Ahora lo hago cada vez menos. Y, como la mejor de las profecías autocumplidas, algunos versos simplemente ya no vienen a mi cabeza. Estoy perdiendo la memoria. Lentamente, pero la estoy perdiendo. Por eso esta historia es tan maravillosa.
D.
Estaba viendo la película Frida (en la que actúa Salma Hayek) y me encontré con unos versos de mi niñez. Se trata de una canción mexicana llamada La Llorona. Hay una escena en la que Frida está llorando sola en un bar y, de repente, aparece un hombrecillo que empieza a cantarle.
D.
Bueno, pues resulta que yo estoy viendo la escena y, sin saber cómo, empiezo a cantar la canción. Una cosa increíble. Y todo gracias a la poesía. Y a mi mamá. Porque fue mi mamá quien, en los albores de mis primeros años, me enseñó uno de los poemas más lindos del mundo, cuyos versos (no todos, algunos) pertencen también a La Llorona. Aquí les dejo la evidencia.
D.
Poema de mamá
D.
Quiero y no quiero querer
a quien no queriendo quiero.
Y he querido sin querer;
y estoy, sin querer, queriendo.
D.
Si porque te quiero,
quieres que te quiera mucho más.
Te quiero más que a mi vida.
¿Qué más quieres?
¿Quieres más?
D.
Coplas de La Llorona
D.
(...)
¡Ay! de mí, llorona,
llorona de azul celeste,
aunque la vida me cueste, llorona,
no dejaré de quererte.
D.
De tarde se me hace triste, llorona,
de noche con más razón
y llorando me amanece, llorona,
llorando se pone el sol.
D
En tu vida te enamores, llorona,
de mozo que no ha rondado,
que el que no ronda de mozo, llorona,
ronda después de casado.
D.
Si porque te quiero quieres, llorona,
quieres que te quiera más,
te quiero más que a mi vida, llorona,
¿qué más quieres?, ¿quieres más?
D.
No sé qué tienen las flores, llorona,
las flores del camposanto,
que cuando las mueve el viento, llorona,
parece que están llorando.
(...)
D.