lunes, 25 de febrero de 2008

Cortometraje

A Fredd.
—Quiero escribirte la carta más linda del mundo.
—Escríbela a mano.

Entrevista imaginaria a un gran hombre

Gustavo Acevedo, fotógrafo
d.
Caída libre en claroscuro
d.
Cambió las tablas por los negativos cuando, mientras saboreaba una cotufa, entendió que sólo necesitaba una cámara para hacer eterno lo efímero. Desde entonces, la fotografía y la rumba continuada en Sabana Grande son sus oficios favoritos
d.
Débora Ilovaca
d.
Gustavo Acevedo parece salido de una de sus fotografías. Tiene ambas manos metidas en los bolsillos del bluyín y la espalda apoyada en una de las columnas externas del Museo de Bellas Artes. Sus ojos azules no miran a ninguna parte. Parece que espera a alguien que ya se fue. Tal vez la mira a ella, a su primera esposa. La recuerda hermosa y quiere tomarle una foto. Pero no puede: ella se ha ido para siempre: se ha ido al otro lado. Por eso esconde las manos y aprieta los puños. O tal vez no.
d.
Tal vez está nervioso por la exposición, por ese tercer lugar en el XII Premio de Fotografía Luis Felipe Toro que le otorgó hace pocos días el Conac (Consejo Nacional de la Cultura). Sus fotos en cuestión están expuestas en el museo para deleite de todo público. Y Acevedo odia los públicos: “No me gustan las multitudes, los lugares con mucha gente”. Por eso está afuera con la mirada perdida en el confín del mundo. Como si hubiera salido de una de sus fotos. Tratando de ver lo que está del otro lado. De sobrevivir a la muerte.
d.
—¿Qué lo acercó a la fotografía?
—Todo comenzó una mañana en el Parque del Este. Yo era muy niño. Estaba comiendo unas cotufas mientras posaba para una foto que me tomaba mi hermana. Recuerdo que quise congelarme para siempre en el momento en que mordía la cotufa. Desde ese día tuve el presentimiento de que iba a terminar vinculado a la fotografía. Aún conservo las fotos de aquel episodio.
d.
—Así que la culpa es de las cotufas.
—De las cotufas y de la niña de Lewis Carroll. Movido por ese presentimiento de niño, ingresé al curso de fotografía que dictaban en la Casa Municipal de San Bernardino cuando tenía 20 años. Por ese entonces también me atraía el teatro y ensayaba para una adaptación de Alicia en el país de las maravillas. Me involucré en la vida de los personajes y, como un hecho fantástico, me topé con el libro de fotografía Niñas de Lewis Carroll. En él se encontraba la foto de la niña que había inspirado el relato. El encuentro con aquellas imágenes selló definitivamente mi pasión por la fotografía y el claroscuro. Abandoné los ensayos y me dediqué por completo a mi vaina de ser fotógrafo.
d.
—¿Hay algo de esas niñas en las fotografías de la exposición?
—Claro, ellas están en todas mis fotos. El trabajo que presento en esta muestra es un reportaje realizado junto al periodista Gonzalo Jiménez en la aldea de los indígenas Barí de la Sierra de Perijá (Zulia), en los márgenes fronterizos del Río de Oro de la línea divisoria con Colombia. La expedición fue intrincada y hubo que navegar por más de seis horas a través del espeso y húmedo paisaje de la zona. Finalmente llegamos al poblado de Bokshí, escenario de la confrontación entre indios y representantes de la industria petrolera. En su lucha, los Barí asumen la defensa no sólo de un ecosistema amenazado por la exploraciones petroleras, sino que su combate constituye el testimonio de una tradición, una cultura y un pueblo que niega la muerte, olvidados en el confín del mundo. Las niñas de Caroll, como todos los niños del mundo, se niegan a la muerte. La fotografía también. Y yo con ella.
d.
El galán temerario
Acevedo sabe que la muerte es ineludible: “La Pelona no pela a nadie”. Por eso le gusta tentarla, coquetearle, susurrarle al oído. Por eso se toma la vida con soda, con cerveza, con güisqui, con drogas, con lo que sea, con todo. “No hay que preocuparse por pendejadas. Se pierde el tiempo y se hace el tonto”. También sabe que es un galán. Lo sabe tan bien como lo saben ellas, esa larga fila de mujeres que suspiran cuando lo ven pasar tan seguro de sí mismo por el bulevar de Sabana Grande. Todas desean ser atrapadas por su flash, pasar a la historia en el clic metálico de su cámara. Incluso las famosas.
d.
—¿Es cierto que tuvo un idilio con Lucelia Santos, la protagonista de la novela brasilera La esclava Isaura?
—Eso dice Ewald Sharfenberg.
d.
—¿Y usted qué dice?
—Yo digo que es un atraco de mujer. Y que me la pasé de crema paraíso con ella los tres días que estuvo acá. La conocí en un café de la Castellana mientras la fotografiaba para la entrevista que le estaba realizando Ewald Sharfenberg para Feriado. Luego de aquella sesión nos vimos diariamente hasta que ella regresó a Brasil.
d.
—¿Quiénes son Tiracoñazos Jackson y Pipirihuevo Macoy?
—Son los tipos más arrechos de Caracas. Un par de perros callejeros que se la dan de la gran cosota, los “papaúpa” del asunto. Se creen los detectives del bulevar de Sabana Grande. Nadie es más arrecho que Tiracoñazos Jackson y Pipirihuevo Macoy. Nadie.
d.
—¿Ambrosio Plaza y Cortijo y su combo son sus compinches?
—No, más bien son sus enemigos. Míos también. El hambre y la pelazón no son compinches de nadie.
d.
—¿Es usted amigo de Montaner?
—Sí, claro. Al principio fui amigo de Montaner, como todos. Pero ahora me la paso con El hermano Cocó. “Ya viene El hermano Cocó, Cocó nos despoja del mal”.
d.
—¿El hermano Cocó lo despoja del mal?
—Me acerca al otro lado, a eso que busco en cada una de mis fotos. Porque la realidad no es sólo la realidad, no es sólo lo que se ve. Siempre hay algo más, algo que permanece oculto. La fotografía me acerca a ese algo, me permite tocarlo en un clic. Cocó también.
d.
—¿Lo acerca al claroscuro?
—Exacto. A esa letal combinación de sombra y luz. Las cosas se ven mejor en blanco y negro. Lo oscuro se hace más oscuro. La luz brilla más. Me encanta eso.
d.
—¿Cómo busca el claroscuro en sus fotos?
—Es un instinto, un instante fantástico. Es apretar el botón en el momento decisivo, como decía Henri Cartier Bresson. De un rollo uno toma generalmente dos o tres fotos y en esa convergencia es donde atrapas el instante: el encuadre perfecto. Puede ser un gesto, puede ser un movimiento.
d.
—¿Ese gesto o ese movimiento son reales o ficticios?
—Las dos cosas. A veces le pides a la gente que participe, a veces la misma persona te da lo que tú andas buscando sin pedírselo. Y a veces te asomas ahí y descubres la imagen.
d.
—¿Esa cicatriz se la hizo asomándose para ver la imagen?
—Pues sí. Yo estaba trabajando haciendo unas tomas para una película de Diego Risquez, ahora no recuerdo el nombre. Ni siquiera recuerdo si era una película. El caso es que yo estaba al borde de un barranco con el ojo pegado a la cámara cuando me tropecé y rodé monte abajo. Las ramas de los árboles amortiguaron mi caída, pero también me atravesaron como a San Sebastián. Quedé inconsciente. La cicatriz es prueba de ello. Lo único malo es que la condenada es tremenda sapa. Cuando pego el ojo como Dios manda casi no se ve. Es como si se escondiera detrás de mi ojo. En cambio, cuando me paso de juerga, se hace pronunciada. Es una cicatriz delatora.
d.
—¿No le da miedo volverse a caer?
—Creo que no. El miedo no te deja vivir, te encadena. Uno tiene que hacer las cosas que quiere, que disfruta, que le gustan. Y hacerlas, como todo en la vida, tiene un precio. Mi pasión es la fotografía, no voy a renunciar a ella por miedo. Si me tengo que volver a caer, me caeré.
d.
—¿Y si esa vez no logra levantarse?
—Si eso ocurre, estaré muerto. Así que no tengo de qué preocuparme.
d.
Nota importante: Gustavo Acevedo fue reportero gráfico del diario El Globo y de la revista Feriado de El Nacional. Se le vio por última vez en el terminal La Bandera el 25 de junio de 2005. Once días después su esposa reconoció su cuerpo en la morgue de Bello Monte. Los acontecimientos alrededor de su muerte, hasta la fecha, aún no están totalmente esclarecidos. Lo cierto es que fue asesinado. Este trabajo, encargado por el profesor Sebastián de la Nuez, busca (en caso de que eso sea posible) hacerle justicia y reconocer su excelente trayectoria como fotógrafo. Para realizarlo, se revisaron entrevistas hechas a Acevedo antes de su muerte y se entrevistó a algunos periodistas que lo conocieron y compartieron la calle con él. Todos lo recuerdan con mucho cariño. Fue un gran fotógrafo y un gran hombre. "Un tipazo", como dijo de la Nuez.

Sobredosis

Ya llevo tres tazas de café negro puro, debería parar.
Pero está tan sabroso...
Aunque hoy descubrí que la mejor taza es la primera que se sirve. Si se deja reposando el café en la cafetera se pone denso.
Coño, como que tengo taquicardia.
Nojoda, antes me podía tomar diez tazas seguidas y no me pasaba esta vaina.
¿Por qué coño tendré taquicardia? Mierda.
Ja, ja, ja el humito ese que uno ve salir de las tazas en las comiquitas es igualito en la vida real.
Es increíble, puedo oír mi corazón sin agachar la cabeza.
¿Será que tengo que ir al médico?
No me quiero morir de una taquicardia, esta vaina es horrible.

domingo, 17 de febrero de 2008

Mi tango preferido



Para vos, Topacio.
Por las glorias que vendrán.
Y porque para volver, primero hay que partir.

jueves, 14 de febrero de 2008

De la A a la Z

Yo también quiero besarte.
Pero no por segunda vez. Sino por primera y segunda y tercera y cuarta y quinta.
Por todas las veces.
Sí, quiero besarte por todas las veces.
Por la forma en que fumas así como si toda las artes del mundo estuvieran concentradas en ese único cigarro.
Por como caminas.
Por tus fotos. Mentira: para que me tomes a mí todas tus fotos.
Porque te sabes mi nombre: Débora.
Porque sí.
Quiero besarte porque sí.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Cae la noche

Apenas te distingo entre tanta pestaña. Entre tanto sol. Entre tanta sombra. Tu cuerpo se confunde con la luz en el horizonte. Invítame a jugar contigo en la sal. Pierde mi nombre saltando entre las olas. Búscame en el fondo del fondo del mar y susúrrame al oído como lo hacen las caracolas. Vente conmigo: no seas sólo un recuerdo cuando cae la noche.

martes, 12 de febrero de 2008

Las confesiones de Nadia

Siempre escribo en fuente Times New Roman tamaño 14: Eres rolo de ciega y de paso quieres hacer más espacio de lo normal, eres una descarada en eso. ¡Anímate!, vas por buen camino.
D.
No leo tanto como debería: Yo tampoco, jajaja, ¿y qué?Pierdo el tiempo con facilidad: Yo también, tanto como para comentarte todas tus frases. ¡Qué ocioso y vago! Además, ¡ponte a trabajar, chica!
D.
Cuando me deprimo, me paso el día en pijama viendo televisión: Cuando me deprimo duermo, así que coincidimos en eso de andar en pijama.
D.
Odio los domingos: Me too. ¡Porque al día siguiente es lunes!
D.
Lloro caudalosamente por lo menos una vez al mes: Creo que yo también pero no con tanta frecuencia. ¿Alguien te ha dicho que eres una rolo de llorona?
D.
Me cuesta decir que no: A mí también. Por eso debemos leernos el libro Como Mandar a la Gente Al Carajo. Tal vez si compramos dos nos dan descuento.
D.
El mar es lo que más me gusta en el mundo: No sé si es lo que más me gusta. Nunca lo he pensado. Pero estoy segura de que lo adoro.
D.
Si no tomo café o té en las mañanas tengo migraña todo el día: Cero café, nada de cafeína para mí, ni mucho menos esos tecitos maricones. Por eso es que te joden, eso es sifrinería londinense.
A
Soy mala mentirosa: Yo también, pero la práctica hace al maestro. Tal vez algún día lo logre con astucia y facilidad.
A
Le tengo terror a los accidentes de tránsito: Yo también. Y después del accidente que estuvo a punto de herirnos en Falcón más. Observar a una persona herida de gravedad por un choque es algo que nunca se olvida y genera traumas. Lo único positivo es la precaución que generan luego de haberlos vivido.
A
Me gustan los hombres que fuman, no sé por qué: A mí no, es un mal vicio y si estás cerca todo te va a oler a humo.
A
Tengo 10 kilos de más: Yo no sé si tengo más pero de verdad que me veo como una pelota en las fotos. ¡Sin más comentarios! ¡Pasemos al otro punto que me deprimo!
A
Colecciono tazas: Marica, tengo una perfecta para vos y lo peor es que por pichirre no te la compré para tu cumpleaños. Te la debo.
A
Quisiera ser egoísta: una descarada 100%: Yo también, y con el tiempo lo seremos.
No sé dar el pésame: Yo tampoco. Y son terribles las frases cliché que lo que hacen es verte peor. Luces como una insensible.
a
Escribo de puta madre: Si estoy inspirada, sí. ¡Y al diablo los que dicen que la inspiración no existe porque a mí me funciona!
a
Practicaba natación: Yo también. Tengo asma y es un deporte que ayuda a desarrollar los pulmones.
a
Era muy buena en natación: Yo también, no me das coco. Tengo varias medallas de competencias. Además, no te hagas la loca que casi pierdes la dignidad y medio pulmón cruzando el Orinoco.
a
Soy una pésima seductora: Yo no lo creo, tienes muchos fans enamorados aunque no te des cuenta. Además que eres súper tierna. Yo creo que no eres una casanova, pero sí levantas que jode. No eres Betty la fea. En cuanto a mí, mi personalidad no me deja ser sexy, pero cuando estoy en confianza puedo serlo. Jua jua jua.
a
Te lo dejo a la imaginación, ¡lover!Le caigo bien a casi todo el mundo: Eso sí que no lo creo. Mami, no te engañes, no eres monedita de oro y también sé que no le agradas a varios. Yo sí te amo, te quiero. Y en cuanto a mí, yo sé muy bien que soy todo un "caramelito" y tengo un carajazo de desleales que no les agrado. Del bombón que se pierden, ¡ja!
a
Soy linda: Sí, eres linda. Yo también y no me jodas si dices que no.
a
Tengo un cabello precioso: Sí, lo tienes, inclusos esas canas locas que odias te quedan cool.
a
Una boca chiquita: Sí, pero una lengua larga, ¡ja! Yo también tengo la boca chiquita, ¡pero lo que digo es candela!
a
Unos ojos chiquitos: Yo también, pero es mejor que tenerlos saltones y cada vez que te miren se asusten.
Unos senos chiquitos: Yo no, ¡lero lero!
a
Una barriguita hermosa: A mi no me gusta la mía, pero eso fue lo que me trajo el combo, vino en el paquete y no me quejo de ella.
a
Unas pecas en el pecho que parecen chispas de chocolate: Yo tengo en... Mentira, tengo sólo algunos lunares en el pecho y en la espalda.
a
Una nariz bonita: Pues la mía no, pero eso se acomoda.
a
Duermo mucho, demasiado, groseramente: Yo también y no me quejo de perder más de 20 años de mi vida en eso. Es lo más reconfortante en el mundo.
a
Como mucho, demasiado, groseramente: Yo también, por eso el piquito lo debemos cerrar.
Digo groserías: Eso lo aprendiste de mí. Soy tu gurú.
a
Me fascina maldecir: A mí no, pero detesto a la gente que te regaña y te monta un sermón por decir esa palabrita. Eso sí, me pongo como loca si lo dice mi hermano pequeño y sí me pongo fastidiosa.
a
No creo en la fidelidad: Yo tampoco, pero hay que tener confianza en el otro. Pero cuando te enteres de una movida extraña, dices: "yo sabía que me montaba los cuernos, lo sospechaba, no le creía sus cuenticos". Conclusión: autoengaño hasta chocarte con la realidad.
a
Quiero aprender a bailar tango: Yo no. Lo veo difícil.
a
Cuando tengo que escribir algo sueño que lo escribo: Yo no sueño, yo tengo pesadillas. Me aterra escribir y más que me lean. Pero no me vengas a decir que escogí la carrera equivocada porque te pego. Ya estamos por graduarnos.
a
Pienso todo el día cómo lo voy a escribir: Sí, yo también lo pienso, pero con terror, pánico y angustia.
a
Soy obsesiva: Coincidimos. Además soy perfeccionista.
a
Mis flores favoritas son las margaritas: No he pensado en mis flores favoritas. Creo que no tengo, no me gustan.
a
Después los claveles: Ignoraré el comentario.
a
De último las rosas: Otra vez lo eliminaré de mi mente.
a
Olvido rápidamente las cosas malas: tanto las que hago como las que me hacen: BINGO, pues somos idénticas y te aseguro que has tenido muuuchos problemas por ello. Tanto con los errores de los demás que olvidas, que te los vuelven a hacer igual o en peores circunstancias o los errores que cometes que también igualan o agravan el "pecado" anteriormente cometido.
a
Del resto no olvido nada: Yo sí. Olvido muchas cosas.Recuerdo mucho: Creo que estás siendo un poco repetitiva, o es que no te acordaste que la frase de arriba es exactamente igual a esta.
a
Me aprendo mis recuerdos de memoria y los practico todos los días. Sí, tal cual las tablas de multiplicar: Ok, comienza a ver a un psicólogo, no porque tengas problemas mentales sino para que rememores constantemente tus "hermosas memorias".
a
Aún no he decidido si creo en el amor: Yo sí. ¡Qué bello es el amor!
a
Soy una maldita romántica: Yo no, y quisiera ser más detallista.
a
Me decepcionan los errores ortográficos: A mí también, pero bueno... somos humanos. Recuerda a "se le toyka" que fue un error al transcribir.
a
Por culpa de ellos he perdido el interés en muchas personas: Te pasaste de Oscar Guaramato, este periodista venezolano era neurótico con las fallas ortográficas y de redacción. Tanto como para dejar de hablarle a la gente.
a
Amo a mis amigas con locura: Yo no, pero como no soy tu amiga. Ja ja ja yo también te quiero.
Soy bipolar: Yo también, estoy o muy feliz o muy triste. Es poco frecuente que esté normal. Pero, como mi querida amiga Lassie, la niña vegetal o la sicaria dijo un día: "¿Quién dijo que ser normal es divertido?".
a
Tengo personalidades múltiples: Débora, Alieska, Bárbara: Yo no, eso te lo dejo a ti.
Alieska es mi preferida: Por el blog, ¡descarada!
a
Y Débora. Y Bárbara: A mi me caen bien todas, a pesar de lo dementes que están.
No me caigo bien cuando estoy enamorada: A mi tampoco me caes bien cuando lo estás porque no piensas.
a
Voy a ser famosa: Ojalá que lo seas y así te manipule para vender tus firmas, libros o fotografías pornos y gane plata.
a
Mis amigas también van a ser famosas: Yo lo sé y con mucho "rial".
a
Dejo las cosas para última hora: Yo también. Por algo estuvimos hasta las 4 de la mañana haciendo el reportaje de las tarjetas telefónicas. Además que el estrés es la regla periodística.
a
Tiemblo: No sé en qué sentido es éste. Pero como soy mal pensada, prefiero no comentar nada.
Soy celosa: Yo también. Te estoy vigilando.
a
Me como las uñas: Yo también, y me pegan porque lo hago. Es desagradable, pero increíblemente relajante.
a
Me gusta el alcohol: A mí no, pero me entretiene.
a
Me gustan las drogas: A mí no, pero pueden entretenerme algún día.
a
Me gustan los hombres: A mí me gustan, me entretienen y me fascinan.
a
Me gusta la literatura: A mi también, pero soy floja.
a
Me gusta el cine: Me too.
a
Me gusta la fotografía: Me too, eso se lo debo a la florecita rockera.
a
Me gustan las postales: A mí me dan igual.
Me gustan los gatos: A mí me gusta, pero ni en sueños lo tendría como mascota. Prefiero un perro. Cuando hago entrevistas mis apuntes parecen letras de canciones: No te entiendo, pero escribo muy muy grande cuando tomo nota.
a
Los tacones me aprietan: Y a mí las medias me dan calor. Me incomoda el tacón alto.
a
Así que uso sandalias: Yo usaba, pero no sé qué las hice.
a
Quiero que un día un fotógrafo se enamore locamente de mí y me tome muchas fotos: Ummm, desnudos, ¿no? Te dejo esa fantasía a vos.
a
No sé lo que quiero hacer con mi vida: Ese es el camino, esa es la actitud.
a
Me encanta no saberlo: A mí no me encanta, pero no me preocupa.
a
Ojalá que nunca nadie pueda olvidarse de mí: Te lo aseguro que no, pero no te aseguro si eso es bueno o malo. Ja ja ja, mentira, eres fenomenal, pero deja de hablar tanta paja que comentarte se me hizo largo y tengo sueño.
a

—Por Nadia Goncalves.

domingo, 10 de febrero de 2008

Tanta tasca

Estaré en La Fallet a las 8:00 pm, donde nos tomanos las últimas copas. Me sentaré en la mesita de la esquina derecha, la misma en la que me dijiste "Te quiero" por primera vez. Sí, la que está al lado de la ventana con vidrios color mostaza. Tendré puesto mi vestido de flores. Y mis sandalias rojas. Y el cabello suelto, como siempre. Y el mismo perfume. Pediré una copa de vino, por si el tráfico de Chacao te retrasa. También unas aceitunas para picar. Iré al baño, me miraré en el espejo y te lanzaré un beso desde allí. Luego volveré a la mesa y apagaré el celular. Así será más emocionante. Si tardas mucho, pediré otra copa. O tal vez una Coca-Cola. No, mejor una frescolita. Bueno, eso si venden frescolita. Si no, Coca-Cola. No, mentira, una cerveza. Jugaré nerviosamente con mi pelo, empezaré a comerme las uñas y sentiré algo así como un hueco en el estómago. Como no tengo reloj, no podré mirarlo. Y como estaré de espaldas a la puerta, tampoco podré observarla. Me emociona la idea de que llegues sin que yo te vea, te acerques a mí sigilosamente y me beses en el cuello. Y luego en la boca. Y que nos sentemeos otra vez en esa esquina mientras tú enciendes un cigarro y yo te digo que esos cuadros tienen algo de Rembrandt.

martes, 5 de febrero de 2008

A contratiempo

"Pasó el tiempo
ddaaaaaaaaapasó tu rostro
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.aay entonces
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaanos enredamos".


—Adriano González León.

No hace falta

No sé nada de pintura
ni de acordes
ni de pentagramas.
Mientras tanto,
el sol seguirá
cada noche
acostándose con la luna.

Pretendo entender
la filosofía
sólo para descubrir
que al final
no pretendo nada.
Que siempre tendré tiempo
para un café
(Caracas está repleta de bancos en los que nadie se sienta)
para un beso.

Que hay que ir adónde uno quiera,
si quiere…

Pero que en este caso
no hace falta irse al este
(donde nace el sol)
ni al sur
(donde nacen los sueños)
para saber
que no se quiere más
que no se quiere menos.
Para saber
(también para que sepas)
que te quiero.

Sobras

Mira, la cosa es así tan sencilla como que hoy me he pasado el día en pijama, sin bañarme, comiendo sobras. Y la gente piensa “sí bueno, yo también como sobras de vez en cuando y ando en pijama”, pero es que no se trata sólo de comer arroz frío y un pedazo de pollo. Se trata de comer sobras, ¿entiendes lo que te digo? De vivir de sobras, de lo que otro ha dejado porque no lo quería, porque no podía más, porque estaba full. Y el hábito asusta porque uno piensa que es normal, que hay días como los domingos en los que todos comemos sobras, que la rutina, la estética, la computadora (sobre todo la computadora) nos obligan semanalmente a comer sobras. Y entonces, un día cualquiera (como todos los días) te sientas, en pijama por supuesto, a comer la pasta fría que el nene no quiso anteayer y te das cuenta de que llevas meses viviendo de lo que otro ha dejado. De los recuerdos de esa maldita salida al teatro, de la noche en que apenas pudimos pagar las cervezas, del primer beso escondidos en un carro, de los mensajes que van y vienen maquillando la soledad, de las cartas que no he podido borrar por si acaso, de la primera noche solos por fin, de nuestros conciertos gratis, de tus sobrenombres, del cine continuado, de lo que miserablemente escucho e intuyo, de mis servidumbres, de este maldito y perdido miedo de estar sin vos. Puras sobras. Lo que dejaste. Mis manos frías y mi mala alimentación.

88 para ser feliz

Ochenta y ocho, número absurdo. Lo único bueno que tiene es ese raro placer de pronunciar las “ch”, ese pegar la lengua con el paladar momentáneamente para luego pasar a la “o”, el asombro, la oscuridad, el oficio. Ese oficio de no saber sinceramente si en realidad preferimos el frío al calor pero el sol a la lluvia. Yo creo que me gusta la lluvia, pero es un gusto metafórico: cuando no tenía muchas ir para, cuando estoy en mi casa leyendo un libro de, cuando no hay grama cerca, cuando no me puedo mojar demasiado, cuando estaba pensado en y de pronto se vino el agua abajo. El resto de las veces suele molestarme, como ciertas calles y montones de basura que irremediablemente tengo que transitar. Y es un pasar como si nada, como sin tiempo, una especie de suspensión en cámara lenta. Luego el carro acelera y la música de la radio vuelve a sonar. Eso por lo menos tres veces a la semana, claro, como los que están dejando de fumar.
D.
Por eso a veces es mejor mandar todo al traste. Mira que huir de las calles no es algo precisamente común. Sobre todo porque si la evitas (a la calle) lo mismo vas a pensar en ella. Mejor cómprate un paraguas, rojo preferiblemente. Mejor deja de preocuparte por la lluvia y tantas calles y tómate conmigo una, dos, tres copas de vino. Tinto, por supuesto. Vámonos los dos al traste, allí donde se juntan el polvo y las cosas que pensamos que no sirven. Soñar no es gratis, como dicen por ahí. Soñar deja marcas oscuras como cuando el limón de las ostras se chorrea en un día soleado. No hay nada más triste que perder un sueño, al menos hoy. Así que no te escondas. La cuestión no es si sirve o no sirve. Es más bien que está nublado y quiero besarte.
D.
Recuerda que la libertad, esa fugitiva, depende en tanto y cuanto a nuestra manera de volar: mientras más alto más libre. Recuerda que somos del trópico y que entre tanta tontería y artículos de otro mundo nos gusta el calor. Que el frío nos aleja, nos pone tristes. Que es difícil volar cuando hace frío porque el viento corta y abre las heridas. Y que por eso hay que bailar (y con bailar quiero decir cualquier cosa). Mañana, no sabemos nada de mañana. Pero tampoco pienses que irse al traste es irse al traste literalmente, porque no lo es. Irse al traste (en este caso particular) es besar diferente, pero nunca dejar de besar. Comprar el paraguas (rojo mejor) y tomar vino. Lo que sigue, seguirá. Así como cuando uno se mira en la ventana mientras se baja del carro o cuando la noche aclara y hay que pedir la cuenta: 88 BsF, seis copas y un beso. Bueno, también un poco más feliz.

lunes, 4 de febrero de 2008

La agonía que no cesa

A las jineteras del Apocalipsis.
Y a Sebastián, por sus ocurrentes títulos.

Se sufre,
pero se
GOZA.