Esta es una historia de esas que no se sabe cuándo comienzan ni cuándo terminan. Es un fuego intermitente, un llamado a pie de página que surge desde adentro para traernos la noche: una noche oscura, densa, profunda, al parecer sin salida, sin luz. Luego vuelve a irse, pero siempre con la promesa férrea de regresar. Porque los monstruos nunca mueren, siempre reviven.
Hacía tiempo que no me encontraba. Leía poemas y nada; veía una película y nada; escribía y nada. Nada me hacía tilín en el corazón. Y cuando digo nada, realmente quiero decir NA-DA. Pero como la rutina siempre ayuda (hay que aceptarlo, la rutina ayuda), no le había prestado mucho caso al asunto.
Entonces llegó la tormenta. Estaba sentada de cara al mar y no era feliz. No lo era, en absoluto. Me encontraba en uno de mis lugares favoritos en todo el mundo, no había nadie a mi alrededor, el sol brillaba, el aire olía a algas marinas y, una vez más, nada. No sentía nada. Mentira, sí que sentía: me sentía enferma, arrecha, triste. Miré dentro de mí y encontré un monstruo.
El bicho ya está medio muerto (los monstruos nunca mueren, siempre reviven) o, al menos, se está haciendo el dormido. El secreto para que un monstruo no despierte es hacer mucho ruido: reír estridentemente y celebrar cada cosa nimia. Aunque no lo parezca, odian tener que aparecerse. Por eso sólo lo hacen cuando es irremediablemente necesario, esto es, cuando dejamos de vivir. Los monstruos son los guardianes de la felicidad. Así que si lo ves aparecerse muy a menudo ponte pilas.
Un beso para los monstruos de todo el mundo.
Hacía tiempo que no me encontraba. Leía poemas y nada; veía una película y nada; escribía y nada. Nada me hacía tilín en el corazón. Y cuando digo nada, realmente quiero decir NA-DA. Pero como la rutina siempre ayuda (hay que aceptarlo, la rutina ayuda), no le había prestado mucho caso al asunto.
Entonces llegó la tormenta. Estaba sentada de cara al mar y no era feliz. No lo era, en absoluto. Me encontraba en uno de mis lugares favoritos en todo el mundo, no había nadie a mi alrededor, el sol brillaba, el aire olía a algas marinas y, una vez más, nada. No sentía nada. Mentira, sí que sentía: me sentía enferma, arrecha, triste. Miré dentro de mí y encontré un monstruo.
El bicho ya está medio muerto (los monstruos nunca mueren, siempre reviven) o, al menos, se está haciendo el dormido. El secreto para que un monstruo no despierte es hacer mucho ruido: reír estridentemente y celebrar cada cosa nimia. Aunque no lo parezca, odian tener que aparecerse. Por eso sólo lo hacen cuando es irremediablemente necesario, esto es, cuando dejamos de vivir. Los monstruos son los guardianes de la felicidad. Así que si lo ves aparecerse muy a menudo ponte pilas.
Un beso para los monstruos de todo el mundo.
6 comentarios:
Yo, tambien, monstruo...
(pero tomando una siesta!)
"...hay qe dejar salir al "mostro" debes en cuando..."
decia un profesor en prodiseño... acompañado de un grafico qe explicaba cuando el "mostro" salía... con eso nos conto como van gogh ataco a gauguin y despues se corto un pedazo de oreja...menudo "mostro" el de van gogh...
No sé. El monstruo hay que tripeárselo. Hay que darle de comer violencia y desesperación cuando veas que es inocuo, para contenerlo cuando creas que puede hacer daño.
Vivir con el monstruo es construir una relación de pareja, por supuesto...La diferencia es que no lo puedes mandar para el coño.
debs!capitulo final de ultraman: un monstruo derrota a ultraman... son los de la patrulla cientifica quienes matan al monstruo...a hayata que era el japonesito que hacia de ultraman le dan de baja... triste pero cierto, sin monstruo no eres nadie...
que post tan bueno todos los dias pienso en el LOL mi "mostrica" esta pensativa por tu culpa!
muack@tela!
Hoy me regale el día libre! y me he deborado tu blog completo! me atrapó post a post! Pero este en especial me encantó...
Dios, tengo que hacer un segundo comentario, porque acabo de ver que se fue el dedo en el teclado y dice deborado en vez de devorado, puedo morir con eso!
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