lunes, 28 de mayo de 2007

LA OPRESIÓN QUEMA

Gas lacrimógeno: como fuego: así se siente: arde punzantemente en los ojos y en la cara: cachetes, labios, nariz, frente. Quema, sulfura, penetra y explota en los poros. No te deja ver, no te deja respirar, no te deja correr. Da náuseas, pero la adrenalina no te deja vomitar, así que escupes y sigues corriendo. Sigues huyendo. Los pulmones se trancan, no puedes más. Quieres rendirte en el pavimento, descansar aunque se aproxime otra arremetida. Entonces te empujas, te propulsas desde el asfalto en busca de aire y lo dejas todo atrás. Te apodera un miedo impuesto: hasta el miedo es obligado en estos momentos. Corres, corres, corres. Volteas y sientes que no has avanzado: estás retrocediendo y ellos, los uniformados-los poderosos-los armados están cada vez más cerca. Sólo queda esconderse, como se esconden los débiles para no ser devorados, esconderse y esperar la repliega.

Que no se nos olvide esta fecha: 28 de mayo de 2007.
Día en que tomamos las calles de verdad, como deben tomarse: en defensa de la libertad y en respeto de las diferencias.

Día que en sentí el gas en mi hombro, en que cargué la opresión como una cruz en las calles de Caracas.

Quiero felicitarlos a todos: me siento orgullosa, honrada, feliz. Qué honor luchar por la máxima pura (la libertad) sin mediadores políticos ni intereses empresariales o individuales. Qué sabroso luchar por todos con todos.

Y hoy, día en que me estrené de pies a cabeza, quiero darles las gracias a todos los que, entre el humo, me tendieron una mano. Porque yo estaba sola: me bombardearon por la espalda. Me emboscaron. Caí. Y fueron ellos, todos los que no conozco, los que me levantaron. Gracias. Eso se llama patria. Eso es patria. Gracias por el vinagre, gracias por el agua, gracias por sus manos. Gracias por gritarme: ¡Corrrrrrrrrrrrrreeeeeeeeeeeeeeee!

Más adelante, después de la quema y el rescate, me topé con un casi-tuerto: lo agredió de frente una furia de perdigones: con las manos en alto: rendido. El poder opresor lo hirió cerca del ojo derecho, 3 centímetros más arriba y pierde el ojo. Lo iban a rematar, pero uno de los efectivos sintió lástima. Su nombre es César, huimos juntos hasta el final de la calle y nos refugiamos en un pequeño súper mercado. Esperamos allí alrededor de una hora, santa maría abajo. Vimos a los valientes huir y a los cobardes perseguirlos. Cuando todo pasó regresamos. Regresamos como debemos regresar mañana y pasado, y pasado, y pasado, y pasado.

3 comentarios:

Jorge Saim Hostos dijo...

creo que nadie hubiese podido reseñar todo el día de hoy como lo hiciste tú. Hay gente que no se imagina cómo fue lo de hoy, y lo de hoy, como t´´u lo dijiste, fue patria y gas. T e quiero y te admiro.

Juan Miguel dijo...

Para el proceso comunicacional se necesita un emisor, un receptor y un mensaje. Tenemos el emisor y el mensaje, no tenemos receptor. No tengo frescas las clases de teoría, pero por ahí van los tiros, para decirlo de manera muy caraqueña.

Quizás estemos hablando un lenguaje que no es el suyo, de hecho, creo que ellos tratan desesperadamente y diariamente que les hablemos en su lenguaje, que nos demuestran cada día, pues no entienden el nuestro.

O aprenden el nuestro, o aprendemos el de ellos. Lamentablemente, estoy empezando a captar las primeras palabras del suyo, aunque no creo que hayan entendido aún la primera de las mías.

Nohemi Dicuru dijo...

conmovida.

quisiera estar alli!