Hoy cayó en mis manos Perdonen nuestros placeres, un libro de Sandra Russo, periodista y escritora argentina. Se trata de una suerte de diario personal que narra algunos pequeños placeres femeninos. Supongo que algunos de éstos pueden resultar igual de satisfactorios para los hombres, pero, en su mayoría, son cosas que nos gustan a nosotras, que hacen felices a las mujeres. Tuve ganas de robarme el libro y, debo confesar, lo hubiera hecho de no ser porque es propiedad de Euly, mi queridísima y recontrapana Jefa.
Y, bueno, el libro me gustó tanto que dedidí hacer mi propia lista de placeres. De seguro se repiten muchos del libro, pero no me importa. las coincidencias de este tipo son celebraciones, o remordimientos. Por cierto, el libro puede resultar un excelente regalo de cumpleaños o d elo que sea. Si nadie me lo regala luego de leer esto, me lo compraré yo misma. A continuación mis placeres.
La copa de vino tinto o el vasito de Bayles: Son casi las seis de la tarde, llegas a tu casa, te quitas los zapatos, pones musiquita, tiras la cartera, te desabrochas el sostén y te sirves una copita de tinto. Brindas por ti, por la vida, por el día a día y te escapas de Caracas desde la comodidad de tu hogar. Me encanta.
Las arepitas fritas dulces o con diablito: Tempranito en la mañana o al regresar del trabajo. Nada como la arepita frita dulce o con diablito de mamá. No se consiguen ni en el Budare.
Cine sola: Nadie quiere acompañarte y no hay proyectos a corto plazo de nada mejor, pues escápate al cine. Luego de que lo haces una vez, no vas a poder parar. Te apoderas 100% de lo que ves en la pantalla y, al salir, discutes contigo misma la película. Una experiencia religiosa.
Los besos largos: “No tienen horario ni fecha en el calendario”. Siempre son bienvenidos… sobre todo cuando sobran las ganas.
El chocolate oscuro: Mientras más oscurito, mejor. Lo ideal es comer un trozo en la noche, para endulzar la lectura nocturna.
Dormir con él: Enredar tus pies con los de él, oír su respiración, apretar su mano. Una perfecta sintonía de amor…
La copa de vino tinto o el vasito de Bayles: Son casi las seis de la tarde, llegas a tu casa, te quitas los zapatos, pones musiquita, tiras la cartera, te desabrochas el sostén y te sirves una copita de tinto. Brindas por ti, por la vida, por el día a día y te escapas de Caracas desde la comodidad de tu hogar. Me encanta.
Las arepitas fritas dulces o con diablito: Tempranito en la mañana o al regresar del trabajo. Nada como la arepita frita dulce o con diablito de mamá. No se consiguen ni en el Budare.
Cine sola: Nadie quiere acompañarte y no hay proyectos a corto plazo de nada mejor, pues escápate al cine. Luego de que lo haces una vez, no vas a poder parar. Te apoderas 100% de lo que ves en la pantalla y, al salir, discutes contigo misma la película. Una experiencia religiosa.
Los besos largos: “No tienen horario ni fecha en el calendario”. Siempre son bienvenidos… sobre todo cuando sobran las ganas.
El chocolate oscuro: Mientras más oscurito, mejor. Lo ideal es comer un trozo en la noche, para endulzar la lectura nocturna.
Dormir con él: Enredar tus pies con los de él, oír su respiración, apretar su mano. Una perfecta sintonía de amor…
Pisar hojas secas: Me lleva de viaje a mi niñez... Me fascina oírlas desplomarse bajo mis pies, perseguirlas en las aceras, acecharlas debajo de cada árbol.
Las margaritas: Mis amigas me reprenden cada vez que arranco una flor. Dice que las estoy matando, que soy una egoísta. Seguramente lo soy, pero me importa un bledo. Si nadie me regala flores, ¿por qué no puedo regalármelas yo? Además, es una conversación, un encuentro. Cada flor que arranco es un saludo a mí misma, un “Te quiero”, “Qué linda estás hoy”, “Me encantas”, “¿Querías una flor? Aquí la tienes”.
Ir de compras: Cura cualquier depresión, pelea, mala vibra y todo lo que se le parezca. Claro que, si no tienes dinero, NO LO HAGAS. Puedes terminar triplemente deprimida luego de ver todo lo que quieres y no puedes tener. Pero, si tienes unos realitos, pues nada mejor que ir a comprarte algo para ti y solamente para ti. A veces, cuando estoy en bancarrota, opto por regalarme a mí misma una cajita de bombones.
Libros o discos: Como mi sueldo apesta, no puedo darme el lujo de ser compradora compulsiva de ropa, carteras o zapatos. Así que desarrollé una modalidad más económica y educativa: compro libros y discos por doquier. Ya ni lo pienso, si veo un libro o disco que me guste, me lo llevo. Así siempre tengo un nuevo tema de conversación bajo la manga, al tiempo que voy engordando mi biblioteca y discoteca.
Lo inesperado: Puede ser una llamada, un mensaje de texto, una visita sorpresa, un correo electrónico, una postal, una foto, un saludo. Esas cosas que esperamos a diario, pero que por ley natural no pueden ni deben (ya no serían mágicas) suceder todos lo días.
Pan con mantequilla: Mi mamá dice que cada vez que come o nos ve comer pan con mantequilla recuerda el Caracazo. Según ella —yo era demasiado pequeña como para recordar algo—, cuando Caracas entró en llamas el 27 de febrero de 1989, en mi casa existía una pequeña máquina de hacer pan y, mientras duró el sacudón, engullíamos —engullían ella y mi padre, mas bien— grandes cantidades de pan recién horneado con mantequilla. Hoy ya no existe tal máquina, pero la tostadora lo hace muy bien y no hay nada como desayunar o merendar un caliente pan con mantequilla de la buena.
Siesta en la playa: Sucede que no soy de las que va a la playa a derrochar físico, fumar y embriagarme. Intenté hacerlo en mi viaje de graduación y el resultado fue inefable. No sirvo para eso ni lo disfruto. Lo que a mí me gusta hacer es comer cosas que engordan (tequeños, tortilla española, camarones, calamares, paella, pasta con atún, helado, galletas, etc.) y tomar agua de coco o refresco. Bueno, de vez en cuando una o tres cervecitas bien heladas, pero no más de eso. Y, por supuesto, dormir bajo la sombra de una frondosa palmera. Este acto siempre va acompañado de una lectura previa que siempre cede ante el sueño y el crujir de las olas.
Las películas de Disney: Son bienvenidas casi siempre, pero especialmente los domingos. Puedo verlas una y otra y otra y otra vez.
Largas duchas: Nunca me bañado en una tina con espumas, es algo que he visto en películas y que no he tenido la oportunidad —mejor dicho, la tina— de hacer. Así, me doy largas duchas: empezando con agua caliente y terminando con agua bien fría.
Las buenas conversaciones: No tiene precio ni comparación. Un placer que busco diariamente. Me gusta conocer gente y pensar: “Qué rico es conversar con él/ella”.
No abrir el paraguas: Caminar por la calle mientras llueve y mojarte de pies a cabeza...
Las margaritas: Mis amigas me reprenden cada vez que arranco una flor. Dice que las estoy matando, que soy una egoísta. Seguramente lo soy, pero me importa un bledo. Si nadie me regala flores, ¿por qué no puedo regalármelas yo? Además, es una conversación, un encuentro. Cada flor que arranco es un saludo a mí misma, un “Te quiero”, “Qué linda estás hoy”, “Me encantas”, “¿Querías una flor? Aquí la tienes”.
Ir de compras: Cura cualquier depresión, pelea, mala vibra y todo lo que se le parezca. Claro que, si no tienes dinero, NO LO HAGAS. Puedes terminar triplemente deprimida luego de ver todo lo que quieres y no puedes tener. Pero, si tienes unos realitos, pues nada mejor que ir a comprarte algo para ti y solamente para ti. A veces, cuando estoy en bancarrota, opto por regalarme a mí misma una cajita de bombones.
Libros o discos: Como mi sueldo apesta, no puedo darme el lujo de ser compradora compulsiva de ropa, carteras o zapatos. Así que desarrollé una modalidad más económica y educativa: compro libros y discos por doquier. Ya ni lo pienso, si veo un libro o disco que me guste, me lo llevo. Así siempre tengo un nuevo tema de conversación bajo la manga, al tiempo que voy engordando mi biblioteca y discoteca.
Lo inesperado: Puede ser una llamada, un mensaje de texto, una visita sorpresa, un correo electrónico, una postal, una foto, un saludo. Esas cosas que esperamos a diario, pero que por ley natural no pueden ni deben (ya no serían mágicas) suceder todos lo días.
Pan con mantequilla: Mi mamá dice que cada vez que come o nos ve comer pan con mantequilla recuerda el Caracazo. Según ella —yo era demasiado pequeña como para recordar algo—, cuando Caracas entró en llamas el 27 de febrero de 1989, en mi casa existía una pequeña máquina de hacer pan y, mientras duró el sacudón, engullíamos —engullían ella y mi padre, mas bien— grandes cantidades de pan recién horneado con mantequilla. Hoy ya no existe tal máquina, pero la tostadora lo hace muy bien y no hay nada como desayunar o merendar un caliente pan con mantequilla de la buena.
Siesta en la playa: Sucede que no soy de las que va a la playa a derrochar físico, fumar y embriagarme. Intenté hacerlo en mi viaje de graduación y el resultado fue inefable. No sirvo para eso ni lo disfruto. Lo que a mí me gusta hacer es comer cosas que engordan (tequeños, tortilla española, camarones, calamares, paella, pasta con atún, helado, galletas, etc.) y tomar agua de coco o refresco. Bueno, de vez en cuando una o tres cervecitas bien heladas, pero no más de eso. Y, por supuesto, dormir bajo la sombra de una frondosa palmera. Este acto siempre va acompañado de una lectura previa que siempre cede ante el sueño y el crujir de las olas.
Las películas de Disney: Son bienvenidas casi siempre, pero especialmente los domingos. Puedo verlas una y otra y otra y otra vez.
Largas duchas: Nunca me bañado en una tina con espumas, es algo que he visto en películas y que no he tenido la oportunidad —mejor dicho, la tina— de hacer. Así, me doy largas duchas: empezando con agua caliente y terminando con agua bien fría.
Las buenas conversaciones: No tiene precio ni comparación. Un placer que busco diariamente. Me gusta conocer gente y pensar: “Qué rico es conversar con él/ella”.
No abrir el paraguas: Caminar por la calle mientras llueve y mojarte de pies a cabeza...
6 comentarios:
What a nice surprise!
Esta noche, cuando finalmente llegué a mi apartamento pueblerino, recordé que Alieska había abierto un blog... y aunque la verdad es que mis ojos querían ver cualquier cosa que no fuese la pantalla de un computador, decidí echarle un vistazo. Y qué bueno que lo hice!
Mi Debi, me encanta que escribas porque sé (que como yo) es lo que amas hacer. Me encanta que te haya gustado mi librito made in Buenos Aires... (si lo vendieran aquí, te lo regalaría con taaanto gusto!!!") Me encanta tenerte en la oficina cerquita de mi para que me ayudes con lo primero que necesite. Y bueno, finalmente me encanta haberte conocido.
Ya eres una wonderful journalist.
Continúa con esta iniciativa que va viento en popa!!! Sigue escribiendo lo primero que se te venga a la mente wapa.
Algunos de mis placeres:
-Estar en mi cuarto con la luz apagada, arropadita con un edredón de los gruesos y el control del televisor en la mano.
-Dar abrazos, de esos que aprietan y dan calorcito.
-Estudiar todos los idiomas posibles.
-Visitar cualquier librería y tener la plata para comprar todo lo que quiera.
-Abrir un buen libro (o revista) para comenzar a leerlo (si es nuevo mejor).
-Hablar con mis amigas de hombres.
-Tomarme una birrita bien fría.
Tu "jefecita" te manda un abrazo (de los calientitos finisimos).
See you tomorrow baby
Qué buen post jolie... harás pensar a más de uno en sus placeres, y me sumo a eso jajaja... Y la mejor frase fue ..."Como mi sueldo apesta" jajajajajja me hizo reir mucho...Te quiero.
Disfruto cada uno de esos placeres por igual!
Uno que agregaria es que mientras me tomo el vinito, despues del trabajo, escribo y leo blogs... (mas que placentero creo que ya se ha vuelto adictivo)
Voy a poner el link de esto en mi cbox para que vengan a leerte! Jeje
Muaks, us.
Uhmmm...Definitivamente las mujeres son extrañas, en algunas cosas. ¡Qué digo!, en la mayoría de las cosas. Tú, más allá de extraña, que suena peyorativo, eres especial, Debbie.
¡Y me acabas de dar una idea muy buena! Una entrada para mi blog acerca de los guilty pleasures!
Que divertido compartir todos esos placeres. Sentía que en verdad estaba leyendo los mios aunque agregaría uno: contemplar el Avila, ya que cuando no está cerca lo extraño...
Me encantó esta entrada!
Love you!!!!
Demasiado bueno lo de los placeres, pero definitivamente son placeres femeninos esos de la margarita y del vino... aunque comparto lo de las arepas fritas o dulces con diablito (eso sí, que estén bien calientes y que la mantequilla se derrita), ir al cine solo (y también que el cine esté solo), los besos largos, sentir el crujir en mi suela cuando piso las hojas secas y tomar una larga ducha pero sólo con agua bien caliente... Ahhhh, ¡cuánto deseo irme ya de aquí a cumplirlos...!
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