Hace casi una semana me encontré con el profesor y periodista Sebastián de la Nuez en el Salón del libro. Conversamos por horas y nos tomamos un café malísimo.
d.
—Este café está malísimo, ¿verdad, Ilo?
—Sí, profe, malísimo.
d.
A continuación, la crónica que él mismo escribió sobre aquel día.
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—Este café está malísimo, ¿verdad, Ilo?
—Sí, profe, malísimo.
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A continuación, la crónica que él mismo escribió sobre aquel día.
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Crónica del Salón del Libro
d.
Leí apoltronado en algún rincón de la librería El Ateneo en Buenos Aires, hecha en las tripas de un antiguo teatro, a Dominique Wolton (Un nuevo status para el otro) hablando sobre el acercamiento, digo, el acercamiento entre personas, que es el que cuenta en la vida: “El otro, ayer lejano, diferente, poco conocido, objeto de estereotipos, esta hoy omnipresente gracias a los medios de comunicación y los viajes. Ya no hay más exterioridad. Todo el mundo está en el mundo. Pero la visibilidad no crea necesariamente una mayor comprensión”.
d.
La tuve que leer en Buenos Aires porque en Caracas, en el Salón del Libro, ella no existe. Tampoco existe Gay Talese, a quien he estado buscando en Venezuela inútilmente. En el Salón del Libro sí estaban las biografías coordinadas por Simón Alberto Consalvi de El Nacional y los best sellers del brasileño que se las sabe todas y una más; los volúmenes de la Fundación Rómulo Betancourt y los de Alfaguara/Santillana, editorial que ha hecho el mayor esfuerzo de mercadeo en los últimos tiempos. En la feria o salón hubo un lugar para que los niños jugaran y algunos stands rebosantes de libros desechables. A Truman Capote había que descubrirlo con un microscopio. Creo que todo estaba vestido de gris, es la tapicería típica del edificio de la Metropolitana. El gris y algunos trechos medio vacíos en los pasillos se instalaron en mi ánimo y compré cero libros. Me senté contigo, Ilovaca, y con tus pies desnudos despanzurraste la tarde sentada en una escalera; la licuaste con la única palidez posible: la de Procol Harum. ¿Y te acuerdas de qué hablamos? Hablamos de Guasdualito. Hablamos de Yuli Belandria y de su padre, Ruco, que entregó su vida a cambio de la libertad de ella. No recordamos sus nombres en ese momento.
La tuve que leer en Buenos Aires porque en Caracas, en el Salón del Libro, ella no existe. Tampoco existe Gay Talese, a quien he estado buscando en Venezuela inútilmente. En el Salón del Libro sí estaban las biografías coordinadas por Simón Alberto Consalvi de El Nacional y los best sellers del brasileño que se las sabe todas y una más; los volúmenes de la Fundación Rómulo Betancourt y los de Alfaguara/Santillana, editorial que ha hecho el mayor esfuerzo de mercadeo en los últimos tiempos. En la feria o salón hubo un lugar para que los niños jugaran y algunos stands rebosantes de libros desechables. A Truman Capote había que descubrirlo con un microscopio. Creo que todo estaba vestido de gris, es la tapicería típica del edificio de la Metropolitana. El gris y algunos trechos medio vacíos en los pasillos se instalaron en mi ánimo y compré cero libros. Me senté contigo, Ilovaca, y con tus pies desnudos despanzurraste la tarde sentada en una escalera; la licuaste con la única palidez posible: la de Procol Harum. ¿Y te acuerdas de qué hablamos? Hablamos de Guasdualito. Hablamos de Yuli Belandria y de su padre, Ruco, que entregó su vida a cambio de la libertad de ella. No recordamos sus nombres en ese momento.
d.
“Ya no hay más exterioridad”, dice Wolton. Cierto. La familia Belandria estuvo entre aquellos tabiques grises, allí dentro, más viva que los libros de Paulo Coelho o como se apellide el listillo brasileño. Y me contaste lo más espantoso que viste en aquel infierno. Van 34 secuestros en el Zulia en lo que va de año. ¿Cuántos van en el Alto Apure?
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“Ya no hay más exterioridad”, dice Wolton. Cierto. La familia Belandria estuvo entre aquellos tabiques grises, allí dentro, más viva que los libros de Paulo Coelho o como se apellide el listillo brasileño. Y me contaste lo más espantoso que viste en aquel infierno. Van 34 secuestros en el Zulia en lo que va de año. ¿Cuántos van en el Alto Apure?
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Sebastián de Las Nubes