jueves, 23 de agosto de 2007

El silencio de la muerte



Éramos tres. Habíamos salido (solos) más temprano de la oficina porque ellos (dos), no yo, regresaban a Caracas por la noche. Sus maletas ya estaban listas, pero querían bañarse antes de tomar el autobús. Como yo tenía muchas cosas que hacer, pero no tenía nadita de ganas, los acompañé.

La distancia era corta: cinco, seis, siete, ocho cuadras. A lo sumo diez minutos a paso tranquilo. Pero como la lluvia había sido tan fuerte por la mañana, las calles estaban plagadas de profundas lagunas grisáceas que nos obligaban a caminar en zig- zag. Y más lento, por supuesto. El resto del paisaje seguía como siempre: callado.

Entonces, a diez metros de la plaza Bolívar (que queda en pleno centro de Guasdualito), vemos que la gente empieza a correr en manada hacia una calle. Movidos por la curiosidad empezamos a correr también. El susurro del hecho viajaba tan rápido de una boca a otra que no entendíamos nada. Algo había pasado, pero no sabíamos qué.

La multitud se detuvo y formó un círculo alrededor de algo que yo no podía ver. No eran ni siquiera las cinco de la tarde, el sol todavía estaba ahí. Las mujeres se tapaban la boca, los hombres cruzaban los brazos: un hombre (bastante apuesto) vestido con un mono naranja estridente cruza la calle y se sienta lentamente en la acera del frente. Tenía el brazo izquierdo bañado en sangre, sus gafas de sol sólo conservaban el lente derecho.

Como no comprendía qué le había sucedido, interrogué al hombre que estaba parado a mi lado:

-¿Qué le pasó al muchacho? ¿Se cayó?
-No se cayó nada, le pegaron como cuatro tiros.

Cuatro tiros. Ni uno más, ni uno menos. Pero seguía vivo. Justo ahora se bajaba suavemente el cierre del mono y se colocaba la mano en el cuello, haciendo presión. Tenía una bala incrustada un poco más arriba de la clavícula. Mientras tanto, nadie hacía nada. Ni siquiera yo. Algunos, no todos, gritaban: “¡Ayuden al muchacho!”, ¡Ayúdenlo que se va a morir!”.

Los carros pasaban al lado de la víctima y aceleraban. Aquí no se puede ayudar a nadie en estas circunstancias porque luego te matan a ti. Lo único que podíamos hacer era verlo morir. Y eso hicimos hasta que, todavía con en el dedo en la herida, un carro de la policía se lo llevó al hospital.
Una vez allí, el ejército tomó el lugar y se cerró con candados la sala de emergencia. El asesino había hecho mal su trabajo y, por lo tanto, podía regresar en cualquier momento a rematar a la víctima que, milagrosamente, seguía viva.

Como en el hospital no hay médicos, ni medicinas, ni nada, le taparon como pudieron la herida del cuello y se lo llevaron en carro a San Cristóbal, cuatro horas desde de Guasdualito.

Bala #1: brazo izquierdo.
Bala #2: abdomen.
Bala #3: cuello.
Bala #4: no lo sé.

Tampoco sé si el muchacho (era joven, menos de 30 años) llegó vivo a San Cristóbal. No sé su nombre, si tenía esposa o si tenía hijos. No sé nada más de él, creo que tampoco quiero saberlo. Saber algo, en esta esquina del país, te convierte en candidato a la muerte.

Lo único que sé es que aquí asesinan a una persona casi todos los días mientras nadie hace ni dice nada. Esta la tierra del silencio de la muerte. No escuchen ni hablen si pasan por aquí.

7 comentarios:

Laura Strazza... dijo...

Marica. Te admiro. Vuelvo y repito, te admiro demasiado.
Te quiero. Cuidate por favor!

eusucre dijo...

Take care mi deb!
No sé como puedes.. definitivamente mi carga emocional sería tal que no lo soportaría!

tq!

Amira Saim dijo...

Me duele el lado derecho de mi cintura y no me va a dejar de doler hasta que llegues deb... cuando es que llegas tú?

Juan Miguel dijo...

Ya estoy preocupado, Debbie. No es que esta ciudad sea un elíseo, pero donde estás...

Vuelve pronto, cuídate, mira y escucha. Y por sobre todas las cosas, escribe.

Débora Ilovaca Leiro dijo...

:) me encanta que se preocupen por mí jujuju

Jolie: regreso el TAN TAN TAN... no te voy a decir ara que sea sorpresa jajaja!

Mentira, el 31, darling.

I´ll be there to say gud bai to you!

Nohemi Dicuru dijo...

ayyyyy leerte asi me pone los pelos de punta... yo aqi en el primer mundo donde eso qe cuentas me parece una pelicula... como la primera vez qe vi Ciudad de dios, fué en NYC, la gente se salía del cine y mis amigos gringos me decian: eso es verdad?... con tus lineas me invade un sentimiento... "extraño" mi país, es "extraño" todo eso para mí, pero lo más extraño es qe me hiera leer estas lineas...

teclado dijo...

Terrible realidad.