lunes, 3 de mayo de 2010
Reflexión de CocaCola y limón
Pasa algo curioso con la soledad. Primero es un montón de agujas en el cuerpo, desde el ojo derecho hasta el dedo meñique del pie izquierdo. Terroríficas cuando hace frío. O habría que decir terroristas, para hablar en términos de horror moderno. Entonces juega al escondite, hace reír y llorar. Y viceversa, siempre viceversa. Se vuelve absurda y conduce a la desesperación más sincera. De esas que duran meses y años, no miento. Meses y años sin sentido. Harto tiempo que parece perdido. Pero no. Porque, de pronto, casi como de sorpresa, resulta que uno es feliz. La soledad nos sonríe. Y nosotros le guiñamos el ojo.
lunes, 19 de abril de 2010
De por qué amo a J. Austen
domingo, 4 de abril de 2010
miércoles, 31 de marzo de 2010
Ease on down the yellow brick road!
Postcard Deb&Euli

Once upon a time Deb&Euli were looking at the sea from the same balcony. The day was just starting in South Beach. They were wearing pyjamas and looked asleep, but as beatiful as princess. They could hear the splash of the waves and taste the salt of the morning air. It was the end of a journey and they felt happy and joyful. Because they were looking at the sea from the same balcony. And the sun was risen upon them.
P.S. You and I must make a pact/ We must bring salvation back/ Where there is love, I'll be there… Just look over your shoulders honey!
viernes, 26 de marzo de 2010
jueves, 18 de marzo de 2010
lunes, 22 de febrero de 2010
Aproximación al FIN
Para Vi

Yo pensaba que el fin era la muerte. Pero no. Hay cosas peores que la muerte. Cosas como esta foto de Haití de Cristóbal Manuel, de El País de España. Cosas como su leyenda: "Un joven pasea desnudo por el centro de Puerto Príncipe". Fecha: 06-02-2010.
Y, sobre todo, cosas como las que no dice esa leyenda. Cosas que piensa ese hombre y que no le dice a nadie. Cosas como lo que queda cuando ya no queda nada. Ni siquiera la muerte. Solamente el FIN.
Man In The Mirror según Gandhi
martes, 2 de febrero de 2010
Billie Jean y yo

Cada vez que sale el sol en Caracas, Billie Jean se estira como si estuviera en una clase de yoga y pone a sonar sus cascabeles por toda la casa. Miau, miau, miau. Viene hasta mi cama, me muerde los pies, a veces me da un besito y se va. Quiere tomar leche y comer lambón, un atún para gatos, o eso dice la lata. Miau, miau, miau. Como yo tengo mucho sueño, y ella lo sabe, va hasta el balcón, se sube en una de las butacas y se queda como tonta viendo a Pepe, el periquito de mi hermano. O de mi mamá, ya ni sé. Lo mira, lo mira y lo vuelve a mirar. Miau, miau, miau. Creo que está secretamente enamorada de él, aunque todos me dicen que, más bien, está secretamente planeando cómo comérselo, pluma a pluma, pico y dos patas. Quién sabe. Entonces yo me levanto, le hablo chiquitico, la espachurro como si fuera un gusano, le doy once besos y le digo que venga a comer. Leche y lambón, como ella quiere. Ella corre hacia la cocina meneando el rabo, desayuna como una diosa felina y se lame los bigotes. Me mira. Miau, miau, miau. Y regresa al balcón. Es la gata más elegante de Caracas. La más chic. La más aristogata. Su canción favorita es Billie Jean de Michael Jackson, claro. Todos los días la oímos y hacemos juntas el moonwalk. Ella lo hace mejor que yo, ufffff, mucho mejor. ¿Y saben por qué? Porque Billie Jean, mi gata, es la princesa gatuna del pop. Y toda Caracas quiere su autógrafo.
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